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OPINION

17 de agosto de 2012

SOROCHE por Guillermo Donari

Encandilados por enseñar los “procesos” muchas veces se descuidan los hechos. Y un hecho, es cierto, no da cuenta del total del proceso del que forma parte, pero si tiene el peso necesario para interesar a los chicos, no debe ser dejado de lado, para exprimirlo en sus datos y detalles. Quizás sea la llave de entrada a la comprensión de los procesos mas complejos, de las grandes estructuras que nos permiten comprender nuestra historia y nuestro presente.

Encandilados por enseñar los “procesos” muchas veces se descuidan los hechos. Y un hecho, es cierto, no da cuenta del total del proceso del que forma parte, pero si tiene el peso necesario para interesar a los chicos, no debe ser dejado de lado, para  exprimirlo en sus datos y detalles. Quizás sea la llave de entrada a la comprensión de los procesos mas complejos, de las grandes estructuras que nos permiten comprender nuestra historia y nuestro presente.


Creo que el 17 de Agosto (muerte de San Martín) constituye una efemérides que nos aparta de la comprensión, ya que en realidad, lo que se debe festejar es la empresa político-militar (o al revés si se quiere) del cruce de los Andes. Ese hecho, bien narrado, se inscribe en nuestro proceso de independencia, que se inicia en 1810. El cruce es solo 7 años después.

Creo que hay datos que no se saben y que la escuela no enseña. Incluso los docentes no los saben o en el mejor de los casos no los utilizan. Quizás porque nadie los tuvo en cuenta en su formación de base, quizás porque parecen demasiado detallistas o anecdóticos. Creo que debemos reconsiderar y volver a narrar, a contar.

Declarada la Independencia en 1816, San Martín con su Ejército preparado en Mendoza desde hacía ya tres años, se dispone a cruzar los Andes. Lo hace en enero de 1817, tarda 21 dìas con sus heladas noches, lleva consigo 5400 hombres, 9280 mulas, 1500 caballos, 16 piezas de artilleria. Lleva consigo los alimentos para todos; hombres y bestias, lleva las municiones. Y lleva también el temor y la esperanza, una mas fuerte que la otra, pero lleva ambos. Eso lo hace mas grande aún, lo baja del bronce y lo humaniza. Nos invita a mirarlo como posible. Su empresa es heróica pero hecha por hombres, por él y por los desconocidos soldados que mueren en la misma.

Son muchos los viajeros que describieron ese cruce, sin sospechar que luego se haría teniendo como protagonista a un ejército popular. Eso era el ejército de San Martín. Uno de estos viajeros escritores sostiene: “Sólo hay una senda en que apenas caben los pies de una mula, a cuyos lados se ven, de una parte, profundísimos precipicios, cuyo término es un río rapidísimo y, de la otra empinados riscos en donde si tropieza la cabalgadura, cae volteado…”

El agua es un problema, pese a la mención del río. El cruce de 21 días se hace en función del agua. Su diario cotidiano lo refleja: “1er Jornada: con monte y agua a una legua; 2da Jornada, sin agua alguna; 3ra Jornada con agua dos leguas antes de la parada; 4ta Jornada, sin agua en toda la tirada; 5ta Jornada poco agua; 6ta Jornada sin agua….”

O sea que la travesía fue regulada de acuerdo al agua que se podía encontrar para saciar la sed todos los marchantes. Y tampoco había pasto alguno, ni leña para los fogones, por eso tuvo que preveerlo todo y fue con “leña de mula, caballo y vaca” con que cocinaban sus alimentos.

San Martín lleva consigo el temor: “Lo que no me deja dormir, es no la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino el atravesar estos inmensos montes”

Y lleva también el inmenso coraje que transmite a sus hombres, porque allí reside su valor de conductor, transmitir su espíritu a sus soldados construidos de apuro. Y lleva cebollas y ajos para mascar y evitar el “soroche” o apunamiento y lleva 3000 bolsas de charqui, galletas duras, maiz tostado y vino y aguardiente para corajearla en noches de 16 grados bajo cero.

La mayoría del trayecto lo hace entre los 1000 y los 5000 metros de altura. El promedio es 3200 metros. Lleva el mareo consigo y al ladito nomás lleva sus ideas que no se marean.

Lleva los tamangos fabricados artesanalmente en Mendoza, altos y anchos, calentitos, forrados interiormente con trapos y lanas. Y el interior de sus hombres, caliente de aguardiente y pasión que transmite. No hay desertores. Dato no menor.

Lleva un puente portátil de 40 metros, para utilizar en los pasos difíciles y su propio puente interior que lo conecta con lo mas preciado, asegurar la libertad.

El dicho del poeta tiene aquí plena aplicación: “El solo atreverse es heroísmo”. Eso lleva el general y después se lleva a él mismo, cargando con sus temores y los de otros. Se agiganta paso a paso, invita a seguir subiendo los Andes, con montañas hechas de problemas humanos. Incluso hoy, cuando para avanzar en un proceso progresista, nuevamente hay que "llevarlo todo", porque así se fortalecen los pueblos, cuando son capaces de encarar otros Andes, los mas cotidianos, los que nos provocan "soroche" aunque no escalemos.

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