Comenzamos el domingo 24 de marzo la Semana Santa con el Domingo de Ramos. Recordamos la entrada de Jesús a Jerusalén, que entra para cumplir su Pasión, y así realizar el misterio de la redención humana. El que es aclamado como Rey de Israel, el Mesías prometido, en pocos días es condenado como un malhechor  y sometido a la muerte más deshonrosa y cruel al ser colgado del patíbulo, al darle la muerte en cruz.

El Jueves  Santo, nos reunimos para celebrar la Cena del Señor, la Eucaristía. Hacemos “memoria viva” de la institución de la Eucaristía, “hagan esto en memoria mía” encomienda el Señor a sus Apóstoles; la institución del sacerdocio cristiano, precisamente para perpetuar la Cena Santa adonde Cristo alimenta a su pueblo con su Palabra y su Cuerpo y Sangre y el mandamiento del amor: “Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado”.

El Viernes Santo tenemos la liturgia de la Pasión, el día que “muere Dios” para darnos la vida que el pecado nos quito. Por la noche hacemos el Vía Crucis por las calles de la ciudad uniéndonos física y espiritualmente a todos los cristianos que contemplamos lo que Cristo ha padecido por nosotros.

El Sábado Santo celebramos la Vigilia Pascual, cuando celebramos la Resurrección del Señor. En la liturgia más hermosa de la Iglesia, bendecimos el fuego nuevo, entramos al templo a oscuras iluminándolo con la luz de Cristo, simbolizada en el Cirio Pascual que va llenando de luz el templo representando a Cristo que con su victoria sobre la muerte  va llenando de luz el mundo. Recorremos las lecturas de la historia de la salvación, la creación, el sacrificio de Abraham, el paso del Mar Rojo, símbolo del Bautismo, los anuncios de los Profetas y la epístola de San pablo que nos anuncia la Resurrección. Loa aleluyas anuncian el Evangelio que proclaman la victoria de Cristo sobre la muerte. Luego renovamos las promesas bautismales, y somos rociados con el agua en recuerdo del Bautismo. Comemos la cena del Señor, adonde Cristo, Pan Vivo y resucitado, bajado del cielo, llena de alegría el corazón del cristiano.

Finalmente el domingo de Pascua continua la alegría y el gozo por la victoria de Cristo sobre la muerte y con Cristo, todos los que creemos en El, vamos derrotando el pecado que nos acosa y le vamos avisando a la muerte que no le tememos porque en Cristo ha sido definitivamente vencida.

Invitamos a todos aquellos que quieran vivir esta fe, esta esperanza, que en las celebraciones de Semana Santa vivimos como realidad, no como mera representación, ya que allí es a Jesús vivo a quien seguimos,, recibimos y, además, compartimos ya la vida futura que el Señor nos adelanta sacramentalmente con su Presencia y eficacia.  P. Carlos