Sábado 20 de Abril de 2024

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  • 20.1º

RELIGION

16 de noviembre de 2012

Por Padre Carlos Arive - BEATIFICACION DE LA HERMANA MARIA CRESCENCIA PEREZ

El sábado 17de noviembre, a partir de las 11,00 hs, la Iglesia Argentina tendrá un día de fiesta. La religiosa de las hermanas del Huerto-que tienen colegios y atienden en hospitales-tendrán su primera beata y que, además, es argentina. En la ciudad de Pergamino, adonde vivió su familia, ella había nacido en San Martin, Provincia de Buenos Aires, se realizara la beatificación que presidirá-en nombre del papa Benedicto XVI-el Cardenal Ángel Amato, Prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos. También en Pergamino, en el colegio que las hermanas del Huerto tienen allí, descansan los restos de la hermana Crescencia, lugar que se ha convertido, desde hace tiempo, en lugar de peregrinación y oración.
Sigue en el interior de la nota.

La primera certeza que nos trae una beatificación es aquella que nos dice que la hermana Crescencia goza de la vida beatifica, esto es, de la visión de Dios. (1). Y la otra certeza es la acción de ellos que, intercediendo ante Cristo nos consiguen bienes a los que todavía peregrinamos. Para que haya una beatificación se necesita la certeza de un milagro, una acción de Dios en una situación limite, ante la cual la razón humana, o se  la ciencia, suspende su saber y declara que esta fuera de su alcance explicar el fenómeno sucedido.

 El milagro aprobado por el Papa es la curación de María Sara Pane, en 1995, cuando tenía 23 años y estaba muy delicada de salud por un cuadro de hepatitis complicado por una diabetes que aún padece. A los 39 años, Sara es técnica de laboratorio, trabaja en el ámbito de la salud, y recordó aquellos días a La Nación: "Cada uno que me visitaba me traía la estampita de un santo diferente. Pero yo me aferré a la que me dio una de las hermanitas que visitaban a los enfermos del Hospital Aeronáutico y que después supe que era de la Congregación del Huerto". Y admitió que hasta ese momento nunca había escuchado hablar de sor Crescencia. Luego fue trasladada al Hospital Italiano. Allí se produce la curación milagrosa ante el pedido de Sara a la hermana Crescencia a la cual solo le pedía que “pudiera ver a sus hijos hechos hombres”. Seguramente estará presente dando su testimonio de esta curación milagros y presentara al Cardenal Amato las reliquias de La hermana Crescencia.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña en el nº 956: “La intercesión de los santos. Por el hecho de que los del cielo están mas íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad…no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los meritos que adquirieron en la tierra…Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad”

Viajaremos con algunos miembros de la comunidad y otros de 30 de Agosto a esta hermosa fiesta de la fe para toda la Iglesia. Los demás nos unimos en la oración y el deseo de vivir en santidad para alcanzar también nosotros la vida de beatitud. En definitiva a esto aspiramos y el Señor nos da señales para que no perdamos de vista el objetivo principal de nuestras vidas, alcanzar la vida en el Reino, en la Gloria de Dios. P. Carlos

Nota:(1) Catecismo de la Iglesia Catolice nº 2550: “En este camino hacia la perfecciona, el Espíritu y la Esposa (la Iglesia) llaman a quien les escucha (Ap 22, 17) a la comunión perfecta con Dios:

            “Allí se dará la gloria verdadera; nadie será alabado allí por error o por adulación; los verdaderos honores no serán ni negados a quienes los merecen ni concedidos a los indignos; por otra parte, allí nadie indignó pretenderá honores, pues allí solo serán admitidos los dignos. Allí reinara la verdadera paz, donde nadie experimentara oposición ni de si mismos ni de otros. La recompensa de la virtud será Dios mismo, que ha dado la virtud y se prometió a ella como la recompensa mejor y mas grande que puede existir: “Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (Lv 26, 12)… Este es también el sentido de las palabras del apóstol: “para que Dios sea todo en todos” (I Cor 15, 28). El será el fin de nuestros deseos, a quien contemplaremos sin fin, amaremos sin saciedad, alabaremos sin cansancio. Y este don, este amor, esta ocupación serán ciertamente, como la vida eterna, comunes a todos” (San Agustina, Ciudad de Dios, 22, 30)

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