Desde nuestra fe cristiana, recordamos además, que llegados a la vida, es imprescindible presentarles a Cristo, el redentor del mundo. Jesús quien se hizo niño, hombre por amor a nosotros, nos ha mostrado el camino hacia Dios, nos ha abierto las puertas del Reino del Cielos, la Casa del Padre, la Resurrección y la Vida y seria una injusticia para los mismos niños nos mostrarles este Camino, impedirles que se acerquen al Señor de la vida.

Compartimos la alegría de tantos padres que ven en sus niños la frescura, lo maravilloso de la vida, que en la pureza de los niños nos renueva a todos. Este domingo también rezaremos por todos ellos y pediremos que los adultos sepamos mostrarles el camino de una vida con sentido, con ideales, con responsabilidad.

También rezaremos por tantos niños que son, lamentablemente, violentados desde su más tierna infancia por el abandono, ya sea porque  se convierten en trofeos de la inmadurez de sus padres; porque desinteresados por ellos no les damos el cariño y ternura que se les debe y mucho mas cuando no los educamos y les mostramos el camino de la vida y menos el camino que nos lleva a Dios. Tomados para la guerra, la prostitución, abandonados al hambre o bajo ciertas ideologías totalitarias tomarlos para el estado como si este tuviera derecho sobre la vida humana por encima, incluso, de los padres. Y otros horrores como la pederastia de la cual en la misma Iglesia debemos avergonzarnos.

Un niño/a, insistimos, es un regalo, una oportunidad nueva, una vida que nos ayuda a estrenar permanentemente lo mejor de lo humano, lo más noble y más alto que tenemos para transmitir: el amor. La I Carta del Apóstol san Juan nos recuerda, en síntesis, esta verdad: “Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (I Juan 4, 7-8).

Este amor se manifiesta plenamente cuando dejamos que los niños vengan a la vida y en ella les mostramos el camino, en Cristo, hacia el Padre, hacia la Vida que no tiene fin. ¡No se lo impidamos! El Amor nos reclamara si le impedimos vivir y conocer a Jesús. P. Carlos