La “hermana muy hermosa que se llama libertad” (Los Hermanos, A. Yupanqui) es una hermana que hay que desear, conquistar, cuidar y no solo para uno sino que en la misma medida y deseo deber ser para el otro.

Hace 197 años los congresales reunidos en Tucumán declararon la Independencia de nuestra Nación Argentina y, desde entonces, el grito sagrado de libertad, es un compromiso, responsabilidad de todos los habitantes de nuestro querido suelo. Es irrenunciable sostener este derecho a la libertad; pero todo derecho encierra un deber y, este deber es, trabajar por esa libertad de todos los argentinos, una tarea siempre a construir, nunca acabada. En el diario quehacer con nuestros principios, nuestros actos, en nuestro modo de conducirnos en la comunidad somos constructores de libertad o, por el contrario abusando de derechos sometemos, a conciencia o no, a otros hermanos en su libertad.

Por eso la libertad es una conquista colectiva pero a la vez personal. Colectiva en la conmemoración que celebramos, la declaración de la Independencia de que somos un pueblo libre y soberano. Personal porque debemos lidiar con nuestras apetencias y desordenes que lamentablemente encadenan a otros. Porque en ves de estar al servicio del bien común nos apropiamos de derechos que nos exceden, solamente para “pasarla bien” cueste lo que cueste. De esto nos advierte la carta a los Gálatas:

            “Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren que esa libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales; háganse mas bien servidores los unos de los otros, por medio del amor” (Gálatas 5, 13).

Este es el verdadero espíritu de la libertad, complementada por el amor que Cristo nos ha enseñado y “derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha dado”. (Romanos 5, 5) Así en el texto de Gálatas la libertad es el derecho de toda persona, aunque Pablo habla del llamado en Cristo, y el amor cristiano es el deber que cuida que esa libertad no desemboque en libertinaje (desenfreno en palabras o hechos), sino en un verdadero ejercicio de la libertad que se pone al servicio del bien común por medio del amor.

Rezamos por nuestra patria, por la libertad conseguida y por todos los habitantes de la misma en su responsabilidad con respecto a la verdadera libertad, que nos hacer servidores los unos de los otros por medio del amor.  P. Carlos